¿Qué nos está diciendo la Crisis?

La crisis del mundo moderno 

Sus orígenes y consecuencias

Crisis y crecimiento

* por Ione Szalay

Friedrich Nietzsche, a finales del siglo pasado, declaró que la ciencia se estaba transformando en una fábrica y temió que los grandes avances tecnológicos del hombre, sin un enriquecimiento de la ética y de la auto-comprensión, nos llevarán a la nada.

Casi proféticamente, escribió una parábola sobre «La muerte de Dios»:

Es la historia de un loco que corre apresuradamente por las calles de una ciudad gritando: «¿Dónde está Dios?» La gente que lo rodeaba no creía en Él y riéndose decía que quizá se había ido de viaje o había emigrado. El loco, entonces, volvió a gritar: «¿En qué lugar está Dios? ¡Yo os lo voy a decir! ¡Lo hemos matado tú y yo! ¿Pero por qué lo hemos hecho? ¿Quién nos dio esponja para borrar por entero el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos a la tierra de su sol? ¿Hacia dónde vamos ahora? ¿Lejos de todos los soles? ¿No estamos cayendo sin cesar hacia atrás, hacia los lados, hacia adelante, en todas direcciones? ¿Existen todavía el arriba y el abajo? ¿No vagamos como por una infinita nada? ¿No sentimos el aliento del espacio vacío? ¿No hace ahora más frío? ¿No está empezando a cubrirlo todo una noche interminable?… ¡Dios está muerto! ¡Dios permanece muerto!… ¡Y nosotros lo hemos matado!» En este punto el loco se quedó callado y volvió a mirar a sus oyentes. Todos permanecían en silencio y lo miraban a su vez… «Vengo antes de tiempo», dijo entonces… «Este tremendo acontecimiento está en vías de producirse».


Esta historia, contada hace un siglo atrás, se encuentra en plena vigencia en el mundo de hoy. Esta profética sentencia que anunciaba Nietzsche no significaba volver a la religiosidad, en el sentido social del término, sino que lo que él planteó es que se debe reconstruir el centro de los valores humanos. Hoy en día los viejos valores ya no son comprendidos y mucho menos aplicados, por ende se debe realizar un replanteamiento, una resignificación.
Este proceso de transición conforma la crisis del mundo moderno. Crisis que se manifiesta a través de diversos síntomas sociales e individuales como por ejemplo el vacío, la angustia, la soledad, la ansiedad y la pérdida de sentido.
Pero la crisis no hace más que situar al hombre frente a un espejo, para verse a sí mismo y así poder saber como realizar el crecimiento interior y la transformación en su vida.

MÁSCARAS

Hoy en día el ser humano «normal» es el que se adapta mejor al sistema. Las normas deben ser cumplidas para que seamos personas normales. Pero, bajo estas necesarias pautas culturales el individuo corre el riesgo de perder su condición humana. No siempre es buena la adaptación ciega a las pautas, pues esto nos puede conducir hacia un automatismo peligroso donde ya no ejerceremos la libre voluntad de pensar, sentir y hacer.

El miedo a la soledad, hace que cedamos y nos coloquemos máscaras. Pensamos solucionar nuestro propio vacío interior con una máscara, una simulación que más que hipocresía es ignorancia y no sabemos que cuantas más máscaras nos pongamos, menos descubriremos nuestro verdadero rostro e identidad profunda.
En este sentido respondemos a las necesidades sociales y externas pero no aprendimos a elegir. Somos espectadores de nuestra propia vida. Quizá por que no sepamos que es lo que queremos en realidad de la vida.
Cuando las máscaras ceden, por la presencia de la crisis, afloran nuestras caras internas y allí vemos cuales son los problemas reales de nuestro ser.

VACÍO

La concepción prioritaria de lo externo, en nuestro mundo, ha provocado un vaciamiento interior. Hay conciencias que sólo se sostienen sobre la opinión ajena, transformándose así en temerosos de sus propios impulsos. Este vacío característico de la época es sinónimo también de: mecanicismo, pasividad y apatía, todo en uno.
La experiencia del vacío proviene de la sensación que tienen las personas de una determinada impotencia o incapacidad de hacer algo útil y verdadero en sus vidas.
La sobre-estimulación de los sentidos físicos contribuye de una manera notable a que el ser humano ya no mire más hacia adentro. Y a lo que no se le presta atención, de alguna manera se lo está anulando.
Este mundo basado en la exterioridad tiene que aprender que lo exterior existe paralelamente a lo interior y que ni uno ni otro se deben excluir sino que se complementan en una unidad indisoluble y plena.

ANSIEDAD

Otro de los males del ser humano moderno es la ansiedad.
En medio de un mundo en crisis, surge la ansiedad, como una perplejidad de no saber hacia donde nos dirigimos. La confusión de metas y valores, produce angustia.
La ansiedad del hombre moderno es un conflicto que radica en sentirse abrumado, atrapado y confuso en un mundo que gira y gira en torno de lo perecedero y lo superficial.
Es también una tensión, una emoción no resuelta, tapada, enmascarada y reprimida. Es la nostalgia del alma que busca su realización.
En la ansiedad existe un estado emotivo desagradable, indefinido e indefinible, en el que la inseguridad produce miedo, culpa e inquietud.
La mayoría de los psicofármacos que se consumen hoy en el mundo son ansiolíticos. Pero esto ayuda sólo un instante, para calmar la ansiedad se debe saber de donde viene, cual es su causa profunda.

LA CAUSA DE LA CRISIS

Una de las más importantes razones que determinaron la crisis del hombre contemporáneo es la separación que se estableció en el siglo XIX entre la razón, la emoción y la voluntad. La «creencia en la razón», que vino preparando Descartes, es lo que ha deparado el desarrollo moderno de Occidente. Pero esto no es lo ideal. La separación entre el pensar, el sentir y el hacer, la compartí-mentalización de los valores y las metas condujo a una ruptura de la unidad básica de la persona, y ésta quebrada en trozos ya no sabe qué camino seguir.
El vacío y la ansiedad son escisiones que calaron hondo en el ser humano y hoy no nos queda otro camino que renunciar a unas cuantas cosas para poder vivir plenamente y en paz.
A modo de síntesis podríamos pensar que la crisis se expresa siempre como un desorden de la unidad natural, en todas las áreas de la vida. La unidad es el orden, la armonía y el equilibrio. Mientras que la crisis representa el rompimiento de esta unidad, el caos.

LA CRISIS NOS ENSEÑA A CRECER

Si nos quedáramos únicamente con el lado fatalista de la crisis estaríamos comprendiendo sólo un aspecto de ella, pues como bien sabemos «toda crisis es oportunidad». Oportunidad de restablecer valores perdidos. En este sentido el trabajo de superación se da por el mismo lugar en que entramos en la crisis. Si estamos viviendo las consecuencias de una cultura fragmentada y desintegrada, la solución es reintegrarnos a través de una sana comprensión de la causa de la crisis y sus consecuencias. Lo mismo que nos separa nos une, reza el dicho. El abismo que nos separa es también un punto de encuentro desde donde podemos comenzar a unirnos.
Este proceso de crecimiento se fue manifestando poco a poco en nuestra cultura, aunque todavía en general estamos en una etapa de transición y como toda transición está llena de perplejidades y desaciertos. Pero esto es consecuencia del espíritu humano que busca un nuevo rumbo.
Desde la psicología se le debe mucho a Sigmund Freud, pues fue uno de los primeros en señalar que la emoción y la razón no estaban tan separadas como creíamos. De hecho, puso de manifiesto que si las personas reprimían sus emociones y trataban de actuar como si el sexo y la angustia no existieran, terminaban enfermas.
José Ortega Y Gasset manifestaba la lamentable deshumanización de la cultura.
Y Cézanne, enseñó que el arte debe estar acorde con las auténticas realidades de la vida y que la belleza tiene más que ver con la integridad que con la lindeza.
Ellos, para dar tan sólo un ejemplo, dieron un baldazo de agua fría a la humanidad dormida.

EL DESPERTAR

Hoy en día, en plena crisis, el alma colectiva de la humanidad está comenzando a despertar. Vemos como vuelven a escena valores perdidos. Prueba de esto es la renovación humanística operada en el arte, la conciencia ecológica y la aparición de las tendencias místicas y metafísicas contemporáneas.
Desde la ciencia, teorías como la Mecánica Cuántica, El Holograma y lo Multidimensional, nos están demostrando una nueva visión más unificada de la realidad física. En cuanto a la salud, ya hay países en el mundo que aúnan la medicina tradicional con otras medicinas como por ejemplo: la homeopatía, la medicina natural y la meditación.
La educación está tomando una mayor conciencia, los educadores se están educando y la cultura en general está poco a poco abriéndose a realidades antes no contempladas.
Poco a poco se están relacionando entre sí diferentes áreas del saber, lo multidisciplinario y la integración parecerían ser la tendencia futura. Y no es de extrañarnos, pues sólo la unión hace a la fuerza.
Por supuesto que no todo lo nuevo es bueno, y no siempre lo ya establecido acepta a las nuevas propuestas, pero, la crisis, es un buen indicio de que el ser humano tendrá que renovarse y crecer. Lo malo es no hacer nada. Equivocado está quien por temor a equivocarse se sume en un vacío y un letargo de vida. La vida es un constante movimiento, un perpetuo ciclo entre la crisis y el crecimiento, ascendiendo en espiral, alrededor de un mismo eje en búsqueda de la óptima realización humana.