El Coraje de ser Tú Mismo

Libertad, autenticidad y madurez espiritual

* Ione Szalay

“– ¿Quién es héroe? (pregunta el Talmúd): – El que se vence a sí mismo”.

Un Maestro les dijo a sus discípulos:

“Cuando muera y me pregunten en el cielo ¿por qué no fui como Moisés? Yo voy a saber que contestarle: puesto que Moisés fue un gran Maestro y yo un simple ser humano. Pero cuando me pregunten: ¿por qué no fui yo mismo? ¿Qué le contestaré?”

TÚ MISMO ERES LA TAREA…

… y no hay discípulo ni a lo largo ni a lo ancho. Este sublime aforismo de Franz Kafka, nos sugiere la idea de comenzar a mirar desde dentro de nosotros. En forma poética, pero con un profundo sentido espiritual nos invita a pensar en que: lo que debemos transformar a fin de cuentas es a nosotros mismos. Y este es el mejor humanismo, el del ejemplo. Dentro de este contexto, la palabra coraje suscita otras interpretaciones. El mundo actual parece estar tan mezclado y confundido, ya no podemos sólo querer cambiarlo desde fuera, sino que el desafío contemporáneo es cambiarlo (cambiarnos) desde dentro. Y esto, requiere más coraje que si tuviéramos que luchar contra 10.000 demonios. Tal es el ejemplo del Buda en su visión interior. El San Jorge actual, encuentra al Dragón dentro de sí y se transforma venciéndose a sí mismo. Golliat, el gigante filisteo, está dentro de David.
Cuando pensamos en la palabra coraje nos viene a la mente ideas asociadas a la lucha, las guerras, los soldados, los deportistas, etc. Pero pocas veces, nos damos cuenta del lado psicológico y espiritual del coraje en nuestras vidas cotidianas.
Relegamos esta noble actitud, a tradiciones caballerescas, pero nos olvidamos que el coraje es una de las virtudes más necesarias para la plena realización interior como seres humanos.
Nadie imagina a un monje, con túnica y cordón, predicando el coraje. Pero sí a un guerrero con su espada en alto, luchando por una causa justa.
Sin embargo, en estos tiempos, esta idea simplista del coraje reduce la condición humana a valores que deben ser reconsiderados. Para comprender el coraje, en tiempos modernos, debemos saber que aquellas antiguas expresiones son “símbolos” de una lucha interior, donde el escenario es uno mismo. Hoy en día, el coraje no reside exclusivamente en una manifestación externa o social, sino que en los finales del siglo XX el desafío radica en desarrollar el “coraje de ser uno mismo”.
El coraje de ser uno mismo es un camino hacia la libertad, la autenticidad y la madurez espiritual del ser humano.

EL CONFORMISMO AUTÓMATA

Hoy en día no se valoriza adecuadamente el coraje de ser uno mismo, puesto que uno mismo está cada vez más desintegrado en la masa amorfa social. Podríamos decir que vivimos en una suerte de conformismo autómata, propio del vacío contemporáneo. Lo más temido es salirse de lo normal, del grupo, o sea sobresalir. La falta de coraje en la actualidad se relaciona con un terrible miedo a la soledad, a estar aislados o apartados de lo común, de la comunidad. Si bien, no es bueno que el hombre esté solo, como expresa la Biblia, la contradicción es que estamos todos juntos pero nos sentimos más solos que nunca. Mientras estamos amontonados con la masa, no corremos riesgos, no habrá amenaza alguna, ésta es la función de la selva de cemento. ¿Pero qué gana el ser humano en todo esto? Nada. Sólo apariencias, ilusiones, autoengaño… A todos nos gustaría ser como Cristo, pero nadie está dispuesto a morir en la cruz, es decir a jugarse por sus ideales (o por lo menos a tenerlos).
Así, de la sana y normal contención que nos brinda la convivencia y participación de una comunidad, caemos en el abuso y la desmesura transformándonos en una especie de rebaño humano. Como una calesita que gira y gira, pero nunca asciende.
La sociedad de hoy, como una gran familia pero deshumanizada, mantiene a los seres en una especie de estado hipnótico masivo, donde el coraje sólo es vivenciado por televisión, por libros o por referencias históricas. Creamos un mundo para evitar los riesgos, sin saber que estábamos construyendo una prisión para las propias oportunidades de realización y trascendencia.

EL MIEDO A NOSOTROS MISMOS

Como en un oasis laberíntico, el ser humano teme salir al desierto de las oportunidades de la vida. Teme equivocarse y no comprende que pensar así es ya estar equivocado. El miedo, es grande, y ha sido manipulado negativamente en muchas circunstancias a lo largo de la historia.
¿A quién se le ocurriría pensar que el hombre vino al mundo por un pecado original? ¿Puede ser qué Dios utilice la culpa para crear? ¿O es una idea creada por nosotros mismos? Pero entonces, ¿cuál es la raíz de nuestros miedos?
En algunas corrientes místicas se habla de que la esencia del miedo es el miedo a la muerte, a lo desconocido, a la oscuridad, al silencio. ¿Pero dónde está lo desconocido, sino en nosotros mismos? Somos lo que pensamos. Nuestros pensamientos construyen los abismos. Por ende no nos queda más remedio que tener el coraje para ser uno mismo. Serás lo que debas ser, dice el dicho, o no serás nada.

LA HUÍDA DE UNO MISMO

En general rechazamos todo lo que tiene que ver con lo desconocido. La gente rechaza el silencio, la oscuridad, el vacío, etc. considerando estos polos de la existencia como molestos, oscuros y cercanos a la muerte. Hay una superabundancia de estímulos externos. De tal forma existe una huida del hombre de sí mismo. Pues lo exterior lo apresa y distrae de su interior.
Esto se manifiesta en algunas personas que recién comienzan a meditar: cuando se concentra la atención hacia dentro, sobrevienen estados molestos, pensamientos dispersos, conflictos internos no resueltos, etc. Esto se debe a que no estamos en sintonía con nosotros mismos y cuando deseamos mirar hacia dentro nos sentimos extraños, confusos y con miedo.
No es casualidad que al esoterismo, que es el saber interno experimentado, se lo haya denominado a su vez ocultismo pues está relacionado al lado oscuro o desconocido del ser humano.
Es por esto que gran parte de las técnicas de meditación sean: escuchar al silencio, dejar de sentir el cuerpo o lo material, el ayuno, ver en la oscuridad, etc. para lo cual se necesita un gran coraje.

EL CORAJE CONSTRUCTIVO

En tiempos de transición como el nuestro donde estamos pasando por una crisis de evolución, el coraje puede tomar un sentido menos bélico y más amistoso. Hablamos del coraje constructivo, un coraje que equilibra el valor de la verdad y la justicia con la tolerancia y el amor.
Estos son aspectos positivos del coraje, que evidencian un proceso de crecimiento sano.
La maduración espiritual de un ser humano se relaciona con la autenticidad, y para ser fieles a nosotros mismos primero debemos saber qué es lo que sentimos. Para ello debemos tomar una cierta distancia, hasta de nosotros mismos. Abstraernos, elevarnos, centrarnos, para saber quiénes somos y qué es lo que queremos en realidad de la vida.
Para permanecer fieles a nosotros mismos y ser independientes nos hace falta salir del conformismo autómata, sin sentido. Salir del oasis laberíntico de la ilusión. Y una vez en el desierto, solos, encontrarnos con nosotros mismos. El poeta Antonio Machado decía: “quien habla solo espera / hablar con Dios un día”.
Aunque esto represente en primera medida un conflicto o crisis, es la transición necesaria hacia un auténtico y puro descubrimiento de nuestro ser. Recuerdo algunas terapias místicas que radican en hablar en voz alta solos y confesarnos con nosotros mismos, para llegar a estar a solas con Dios. Esta es una de las experiencias más fuertes y reveladoras que he conocido.

CORAJE Y CREATIVIDAD

El coraje es la base de cualquier situación creativa. La actividad creativa requiere coraje, pues crear es liberarse de las ataduras que nos sumergen en el vacío y el miedo.
Para crear, algo debe morir para que así renazca una nueva obra, en este caso: uno mismo.
En la tarea de crearse a uno mismo, se evidencia un segundo nacimiento donde se desarrollarán las auténticas capacidades, la responsabilidad y la libertad. Esto implica un nivel de autoconciencia, aún mayor y por sobre todo, coraje.

EL ERROR ES COBARDÍA

Con este pensamiento, Nietzsche proclama que la razón de que no veamos la verdad es que carecemos del coraje necesario. No hace falta para ser uno mismo ser un instruido académico o un gran intelectual, sino simplemente tener el valor suficiente para enfrentar la verdad.
Debemos arriesgar y arriesgarnos en búsqueda de nuestros más puros objetivos.
Lo que hace al sabio, es el coraje de enfrentar la verdad.
Que existan miedos hasta cierto punto es normal, pero que por miedo no actuemos y nos estanquemos es la peor de las desgracias.
El miedo a la muerte, es también aquello que en cierto sentido nos hace morir internamente. El coraje vivifica el alma y le da sentido.
Ver la verdad tiene que ver con una certeza interior, una vivencia inteligente acerca de saber ser uno mismo.