Ver un Ángel

Cuando le preguntaron al Rabí Arie Sorin de Grodno cuál había sido el mayor error de su vida, confesó que el haber querido ver un ángel.

-Los niños son exigentes-dijo-, todo quieren tocarlo, sentirlo, verlo, respirarlo, gustarlo. Yo fui un niño así y el cielo, ante mi insistencia, me lo mostró.


Sus amigos lo miraron con expectación, seguros de que el maestro les transmitiría alguna enseñanza nacida tras el impacto de su mayor error.


Apareció una tarde en un sendero de montaña, cuando se derretía la nieve y la primavera izaba nieblas entre los pinos. Era, en verdad, resplandeciente, hermoso, sublime. Tenía una diadema de zafiros, sandalias doradas, alas de todos los colores del arco iris, una sonrisa extraordinaria y flotaba a pocos centímetros del suelo.

´´Me gustaría ser como tú´´, titubeé entonces, atreviéndome a hablarle.

´´¿Por qué,?´´ me preguntó el ángel. ´´Porque me impresionan tu porte, la belleza de tus alas multicolores, la diadema y la capacidad de levitar.´´

Pero el ángel no le respondió de inmediato al niño. Levantó un brazo para llamar a alguien y no había transcurrido ni un segundo cuando apareció otro ángel, un poco más pequeño que el primero.

-Dale al niño un par de alas de colores, una diadema y unas sandalias de las nuestras.
Una vez que el segundo ángel hubiera traído lo que le había solicitado el primero, éste le dijo a Arie de Grodno:


-Toma todo esto y vete de aquí. No es a mí a quien en realidad deseas ver, no es el océano de luz aquello a lo que aspirabas sino los objetos que te permiten flotar en él.

Si piensas en los atributos de la salvación antes que en hundirte entre olas de luz mereces que se te postergue el hallazgo.


Estupefactos, sin entender muy bien lo que les contaba su maestro, los discípulos entreabrieron sus labios unos minutos hasta que uno de ellos se atrevió a preguntarle:
-¿Y qué pasó después?

-Bajé de la montaña-sonrió el rabí-con el convencimiento de que dejaría de pedir y comenzaría a dar.

Mario Satz: Alrededor de una nuez