El vocablo «serpiente», ese ser bíblico desagradable, equivale en hebreo a ‘NaJaSH’, o sea 50-8-300. «Caída» o «caer», en hebreo es ‘NaFaL’, o sea, 50-8-30. La expresión «caer» debe ser interpretada como descender de un nivel superior a un nivel inferior. «Alma corporal», en hebreo es ‘NeFeSh’ o sea 50-80-300. En resumen, «serpiente», que es 50-8-300; «caída», que es 50-80-30; y el «alma corporal» (animal), que es 50-80-300, muestran entonces nítidamente una relación esencial.

La serpiente tiene algo para ofrecer al hombre: nada menos que el reino de este mundo, el reino del desarrollo infinito. Uno podría decir que la serpiente es el Mesías corporal. Pero un desarrollo mayor es justo lo contrario del sentido de la creación, que implica una vuelta al origen provocando tensión y proponiendo alternativas; actitudes propias de la serpiente.
El vocablo serpiente, que en hebreo es NaJaSh —50-8-300— tiene el valor total de 358. Ese también es el valor total de la palabra Mesías, MaShIaJ en hebreo, 40-300-10-8.



La serpiente «aquí», en este lado, es el Salvador en el otro «lado», ella propone al hombre tomar el desarrollo con sus propias manos. La astucia de la serpiente consiste en hacer «aquí» el papel del Salvador, con el fin de que sea la Intención del hombre, su capacidad de actuar “gratuitamente” o no, la que decida su destino.
 
La serpiente solo es mortal y venenosa para el hombre cuando éste se dirige hacia o se conduce por el camino equivocado. 
 
Friedrich Weinreb
 
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